GERMÁN VALCÁRCEL | No sé en qué momento de nuestra reciente historia se empezó a confundir cinismo —esa forma burguesa y aceptada de maltrato— con inteligencia, pero sí sé que cuando escucho regurgitar frases como "hacer política", en según qué bocas, se refieren a ese eufemismo que sirve para justificar todo tipo de mentiras, manipulaciones e infamias que, con tal de llegar al poder o asentarse indefinidamente en él, practican, con mejor o peor estilo, la mayoría de nuestros representantes políticos.

"Hacer política", esa fue la frase más repetida en el pleno municipal celebrado en la capital del Bierzo el pasado día siete, por ese impostor junta frases y especialista en lugares comunes, a la hora de construir sus vacuos discursos políticos, el portavoz de Ponferrada en Común (para los que son de fuera: PeC es el camuflaje vergonzante de IU en Ponferrada), el exconsejero de Caja España Fernández, reconvertido en profesor emérito de Ciencia Política. Con esa frase, el concejal de PeC, se refiere a lo que él, algunos de sus correligionarios y la inmensa mayoría de nuestros representantes políticos entienden por hacer política: Todo vale, con tal de lograr sus objetivos.

"Hacer política" es lo que hacen, también, la señora alcaldesa y el portavoz del PP, Ricardo Miranda, cuando sostienen que rechazar los presupuestos de 2018 significa el colapso de la ciudad –como si después de su paso por el Consistorio no lo estuviera ya–, lo cual me lleva a preguntarles por qué han esperado hasta agosto para presentarlos, sobre todo porque en 2017 tampoco tuvimos presupuestos; hacer política para estos dos personajes es dedicarse a no hacer nada durante tres años –ni siquiera ejecutar las sentencias judiciales–, cobrar el sueldo y ahora, deprisa y corriendo, fuera de plazo, intentar sacar adelante unos presupuestos inaplicables.

"Hacer política" es lo que lo que lleva a cabo Pedro Muñoz, portavoz bercianista, cuando dice que su grupo no es miembro del equipo de gobierno, solo es cogobierno –una vez más el cinismo y la manipulación del lenguaje como forma de engaño–, pero apoya y solicita, encarecidamente, se vote a favor todo el presupuesto. Será que para cuando se reúne con pedáneos y responsables de organizaciones sociales les pueda espetar, casi siempre, esas caciquiles frasecitas: "os voy hacer...", "os vamos a dar…", ventajas del cogobierno; el presupuesto de bienestar social y medio rural es suyo, muy suyo, solo suyo y hace, deshace, y distribuye como le viene bien a sus intereses políticos. Tal vez por eso, sobre lo ocurrido con el tema del Mundial de ciclismo nada quiere saber (defender el interés general de los ciudadanos no debe formar parte del cogobierno), no lo digo yo, lo dijo él en el pleno.

Lo de doña Rosa Luna no es cogobierno es, simplemente, desvergonzada cara dura

El señor Muñoz demostró ser uno de los que mejor entiende que es eso de hacer política, incluso se sacó de la chistera una propuesta de última hora que, consistente en dejar para negociación posterior el destino de tres millones de euros, consiguió desazonar al ya desazonado portavoz socialista (la inexplicada ausencia de una concejala de su grupo le dejo medio grogui a él y al resto del Grupo Socialista, antes de empezar el pleno, tal y como se puede apreciar en una fotografía que ha circulado por las redes sociales), aunque consiguió reaccionar con contundencia, negándose a cualquier tipo de cambalache, como no podía ser de otra forma en alguien a quien ya engañaron (ya saben aquello de: si te engañan una vez es responsabilidad de quien lo hace, la segunda ya es del engañado, aunque en este caso fuera a través del coportavoz) y ningunearon con los presupuestos de 2016, por cierto, los únicos aprobados en todo el mandato.

"Hacer política" es lo que ha estado haciendo doña Rosa Luna, desde que aterrizó en el Ayuntamiento, asegurarse una "mamandurria" y después dedicarse a sus cosas sin compromiso de ningún tipo, no ya con los ciudadanos, ya sabemos que le importamos un carajo, ni siquiera con quien le concede la canonjía. Lo de doña Rosa Luna no es cogobierno es, simplemente, desvergonzada cara dura (al menos el señor Muñoz se exprime las meninges –él sí ha demostrado que las tiene– y tiene un mínimo de lealtad para justificar su posición) y un cabal retrato de la clase de personas que han llegado a las instituciones, y con qué intenciones, a través de ese nido de trepas y neofascistas de cuello blanco que es Ciudadanos. Encima tiene la desfachatez de presentarse como víctima.

Pero los auténticos reyes a la hora de "hacer política", desde que sentaron sus culos en la bancada municipal, son esos troleros y trileros políticos, antiguos socialistas, más bien socialpancistas, actualmente a cubierto bajo las siglas de USE, que ya atesoran hasta nueve sentencias judiciales, anulando adjudicaciones y plenos, en dos años de mandato, además de la causa abierta, por malversación y prevaricación, en el Juzgado número dos de Ponferrada y en el Tribunal de Cuentas, por el tema del Mundial, o la última golfada de la que ha sido víctima la alcaldesa y todo el equipo de gobierno: "Folgueral mintió en el pleno, la abstención estaba cerrada al 95%", "fue un acuerdo, eso sí, entre caballeros". Permita que me carcajee doña Gloria, en ese submundo los acuerdos entre caballeros, o entre damas, no existen, solo se "hace política" y además esa manera de hacerla carece de género, usted lo sabe bien porque la practica todos los días.

Detrás de esa frase, "hacer política", estos personajes solo aspiran a seguir recogiendo los privilegios que da la condición de representante político, mandando, pero sin dirigir; hacerse obedecer sin decir lo que pretenden hacer ni a dónde pretenden llegar, ocultando su verdadero programa –si es que tienen alguno– y objetivo, cabe pensar que esas carencias pueden ser una debilidad o una habilidad. O quizá ambas cosas, efecto tanto de la mediocridad como del ventajismo y de la ausencia de la más mínima ética y principios democráticos.

Ante semejantes individuos, cuando me siento a escribir esta columna, siempre recuerdo aquella frase que forma parte de un texto, llamado Autobiografía, del escritor argentino Roberto Arlt: "Creo que a nosotros nos ha tocado la horrible misión de asistir al crepúsculo de la piedad y que no nos queda otro remedio que escribir deshechos de pena, para no salir a la calle a tirar bombas o a instalar prostíbulos".