OPINIÓN/ Una diferencia entre los políticos coherentes y los 'ganapanes' Imprimir
Martes 24 de Noviembre de 2009 04:54
Por Juanjo Urbina / Pepe Giménez lo ha sido casi todo en el PSOE leonés, destacando en su trabajo institucional como concejal en el Ayuntamiento de León y senador nombrado por las Cortes de Castilla y León. En la vertiente orgánica, durante una época fue la mano derecha de un Zapatero que gobernaba con guante de seda en mano de hierro el socialismo provincial. Recaló en Quilós y se integró en la candidatura de su partido en las pasadas elecciones municipales. Ahora, sus discrepancias con el regidor, José Manuel Sánchez, cercado por los problemas económicos y la querencia de la oposición por los tribunales, le han llevado a tirar la toalla haciendo gala de coherencia política.

Seguramente Giménez haya sido víctima de sus cualidades políticas, entre las que destaca (dicho sea sin el menor asomo de ironía) una enorme capacidad para la intriga palaciega y una tendencia natural a echar pulsos a todo el que se le ponga por delante, unidas ambas a su contrastada capacidad de trabajo. En su haber más reciente hay que anotar una encomiable labor institucional, interesándose en la cámara alta por cuestiones que preocupan en la comarca (nada que ver, por cierto, con aquellos que se han ganado a pulso el título de "senador más vago de la provincia") y el empeño por sumar voluntades para poner en marcha la asociación Ruta del Vino del Bierzo, amenazada ahora por celos corporativos y mezquindades pueblerinas.

Pero sobre todo, a Giménez se le debería reconocer el afán por quitarse de en medio a su antiguo aliado, Antonio Canedo, auténtico cáncer del socialismo berciano en las últimas dos décadas. No ha sido el único ni el principal, ni el más sacrificado contrincante del alcalde de Camponaraya, pero quizá sí el primero en desvelar en determinados foros de altura la catadura política del personaje. Giménez, que hubiera hecho sin duda un excelente secretario comarcal, fue sin embargo orillado por muchos de sus compañeros, tal vez temerosos de su afán por entrar en todas las batallas o reticentes ante su valía en estos tiempos en los que priman la mediocridad y el silencio de los corderos.

Cuando sus desavenencias con el alcalde y la mayoría del grupo municipal de Cacabelos se han hecho más incómodas y casi insalvables, ha preferido quitarse de en medio. Que nadie vea en ello una retirada final, porque Giménez es un auténtico animal político, en la mejor acepción de la expresión, y todavía está en edad de dar mucha guerra. Eso sí, con esta dimisión (y con su negativa a comentar en público las diferencias internas) ha dado otra lección de coherencia a aquellos que, como Julio Anta, el torpedo de Canedo, airean su falta de sintonía con el partido que les llevó a su cargo, pero que no tienen el menor empacho en agarrarse al sillón. Quizá sea ésta una de las principales diferencias entre los políticos de raza y los simples ganapanes.

 

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