[LA OVEJA NEGRA] 1º de Mayo berciano Imprimir
Viernes 04 de Mayo de 2018 00:03

GERMÁN VALCÁRCEL | Como todas las sociedades neoliberales y eurocéntricas, la  berciana, además de cerrada e intelectualmente pobre, es una sociedad sometida a continuos shocks que convierten las consecuencias nefastas de su lógica interna en su propia justificación y su fuerza ideológica.

Tal como tan brillantemente anticipó, para describir la sociedad industrial occidental, Orwell, "La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza", y servidor añade: la destrucción es el progreso. Para verificar lo antedicho solo tenemos que repasar los discursos de los dirigentes comarcarles de los sindicatos mayoritarios, CC.OO y UGT, con  motivo del 1º de Mayo: defensa cerrada del carbón, negativa al cierre de las contaminantes centrales térmicas, además de apoyo cerrado a los proyectos ecocidas de Cosmos y Forestalia, todo en nombre de no perder el tren del progreso y el bienestar; siguen defendiendo, de forma totalmente acrítica, todo lo que nos ha traído hasta la situación actual, siguen hablando de crisis y de recuperación. No han comprendido, por lo tanto, nada de lo que ha sucedido en esta tierra durante el último siglo.

Eso sí, los burócratas sindicales bercianos, como buenos turiferarios de la explotación y el servilismo imperante y para justificar su rol y su defensa del extractivismo y la destrucción medioambiental, siguen refiriéndose a ese animal mitológico llamado trabajador asalariado, sin reparar en que llevamos ya al menos una década inmersos en la fase de destrucción “austeritaria” acelerada del concepto decimonónico y de los cimientos materiales del trabajo. No aceptan que es la hora de pensar en el trabajo asalariado como  masivo dogal al servicio de quien acaba apropiándose no solo de las plusvalías que generamos sino, también, de nuestras vidas. La reacción del comité de empresa de Cosmos es clarificadora: harán lo que haga falta para defender los intereses de sus amos y las migajas que les dan, aunque ello signifique destruirnos a todos los demás.

Los dirigentes sindicales bercianos dejan claro, con su relato, que su dedicación principal es administrar desde sus mullidas poltronas el orden instituido en torno a la cadena de extracción de beneficio empresarial, incluso a costa defender el expolio y la destrucción medioambiental, así como a apagar el conflicto necesario y a taparle sistemáticamente las vergüenzas al sistema de acumulación y a sus corruptos mercenarios.

Estas gente, los sindicalistas del poder, que se dedican a mojar la mecha para evitar el conflicto social, la única energía capaz de transformar este orden explotador y expoliador en otra cosa, son los mismos que hablan de la necesidad de regular la subcontratación y la precariedad laboral, como quien coloca apósitos sobre una gangrena; abordan, además, cualquier conflicto, incluidas las pensiones o las demandas feministas como demandas puramente instrumentales (¿cuántas mujeres han llegado a dirigir sus organizaciones?) y cuantitativistas, y no como arietes desde los que poner en cuestión al podrido sistema en su conjunto.

El posicionamiento de estos dirigentes sindicales nos obliga a reflexionar de manera crítica sobre el rol actual de los sindicatos mayoritarios convertidos en piezas necesarias del sistema de explotación que las mafias político-empresariales nos imponen.

Por ello las gentes de Bierzo Aire Limpio deberían, de una vez por todas, repensar su política de alianzas, su estrategia de lucha y su ecologismo “naive”, pero antes tendrán que asumir que el problema no es solamente mejorar el medioambiente o parar las viejas centrales térmicas de carbón de Endesa o bloquear la construcción de las nuevas de biomasa de Forestalia, o la expansión, a todo tipo de productos tóxicos, de las quemas de Cosmos. La cuestión que tenemos que enfrentar es mucho más profunda.

Vivimos el momento culminante de una crisis ambiental que amenaza nuestra misma sobrevivencia, debemos avanzar hacia una transformación radical, basada en una visión coherente que englobe todos los problemas. En otras palabras, todos los problemas ecológicos y ambientales son problemas sociales, que tienen que ver fundamentalmente con una mentalidad y un sistema de relaciones sociales basadas en la dominación, la explotación y en las jerarquías.

Finalmente, creo, conviene manifestarles a los dirigentes sindicales, antes de que nos digan que ellos son realistas, que la política de lo posible tiene el inconveniente de que lo posible se mueve en la incertidumbre y la complejidad y, por tanto, es imposible determinar en qué consiste. De modo que la política de lo posible acaba siendo la política de lo existente; es decir, es conservadora y jamás cambia nada sustancial de la realidad. Por eso sigue siendo más realista desear lo imposible.

Seguramente me entenderán mejor si les cito al ensayista y dramaturgo francés Georges Bernanos, que afirmaba algo así como que el realismo es la buena conciencia de los hijos de puta. Todos los hijos de puta dicen: la realidad es ésta y no podemos sortearla. Y la realidad es aquello en lo que se sustenta su condición de hijos de puta. Por eso cuanto más nos alejemos del crudo realismo, más prudente y “realista”, valga la paradoja, será nuestra postura.

 

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