[LA OVEJA NEGRA] ¿Qué fue del 15M? Imprimir
Viernes 18 de Mayo de 2018 00:04

GERMÁN VALCÁRCEL | Con la política reducida a un mercadeo continuo entre politicastros, a estas alturas nos debería importar un pimiento que voces interesadas afirmen que todavía hay buenos políticos desvelándose por los ciudadanos; lo que nos incumbe son los resultados, y estos solo los necios y los sectarios se niegan a verlos.

Son la casta que gestiona la telaraña que nos tiene atrapados y que votamos en las elecciones, desde esa derecha nacionalista, autoritaria, supremacista y clasista que tan bien describe M. Rajoy en sus artículos: “La envidia Igualitaria” y “Los hijos de la buena estirpe”, en el Faro de Vigo, o los neofascistas Inés Arrimadas y Albert Rivera en su relato y hacer político, hasta esos que se autodefinen como izquierda, supuestamente rebeldes y contestatarios, previstos y necesarios, por otra parte, por este sistema diabólico.

Por ello, aunque probablemente soy de izquierdas, no pienso ir detrás de ningún iluminado que, con una chistera llena de falsos ideales, solo pretende apagar el fuego de la confrontación ideológica y social, mientras el neoliberalismo destruye o condena a la miseria a millones de seres humanos y arrasa el planeta.

Me refiero a todos esos domadores de esperanzas que, estos días –desde IU a los podemitas, pasando por algún sector minoritario del PSOE– celebran el séptimo aniversario del traicionado 15M. Aquel grito de furia y de rechazo, rechazo a aceptar la verdad de lo falso, aquel anhelo por ir más allá de los límites de la cortesía social, de lo políticamente correcto, aquella vibración crítica fue un incendio de conciencia colectiva que, finalmente, quedó en un simple fuego de paja que estos días sobre-mitifican y evocan, sin analizar de manera crítica lo que se hizo de él, precisamente los que lo han usado obscenamente de trampolín y lograron cargo y fortuna con él, y son los y las interesadas-os en que no se vuelva a escuchar, de nuevo en las calles abarrotadas gentes, aquello de "¡que no, que no, que no nos representan!".

Por eso fue traicionado por la cínica e institucionalista izquierda circense, repleta de enanismo moral, de trapecistas del cargo público, de manipuladores de humo, de magos del sobresueldo, de malabaristas de la mentira, de lanzadores de cuchillos envenenados, de artistas del chanchullo a todo tren, de viles payasos sin alma dedicados a desposeer políticamente a quienes dicen empoderar y representar.

Estos volatineros del eslogan insustancial se niegan a reconocer que el paradigma estatal, cambiar el mundo por medio del Estado –la toma del poder del Estado fue el vehículo de esperanza para la mayoría de la izquierda, durante gran parte del siglo pasado– se convirtió cada vez más en el verdugo de la esperanza a medida que el siglo avanzaba.

Los dos enfoques de la izquierda eurocéntrica, el "reformista" y el "revolucionario", representados los primeros por los socialdemócratas, capitalistas de “corazón sensible”, la cara amable de la globalización, finalmente convertidos en meros mamporreros del neoliberalismo, y los segundos por comunistas estatalistas, han fracasado por completo en cumplir con las expectativas de sus entusiastas defensores. Los gobiernos "comunistas" de la antigua Unión Soviética, de China y de otras partes, ciertamente incrementaron los niveles de seguridad material y disminuyeron las desigualdades sociales en los territorios de los estados que controlaban (de manera temporal), pero nada hicieron por crear sociedades autodeterminadas o por promover el reino de la libertad que siempre ha sido central en la aspiración comunista.

A fuerza de fracasos hemos aprendido que aquella vieja certeza de los antiguos revolucionarios de que la historia estaba de nuestro lado ya ha desaparecido: esa certeza está históricamente muerta y enterrada bajo los escombros del muro de Berlín.

Ciertamente, no hay garantías de un final feliz, tampoco sabemos muy bien cómo luchar, hemos perdido toda certeza, los leninistas siempre supieron cómo hacerlo, con los trágicos resultados conocidos, los que no lo somos sabemos que, en el momento actual, la incertidumbre y la duda son centrales para cualquier cambio real: “Preguntando caminamos, dicen los zapatistas”. Pero ante el genocidio planetario provocado por el capitalismo, el neoliberalismo y la globalizacion, aun en los momentos de mayor desesperación, algunos, ante la barbarie que nos rodea, siguen, seguimos, rechazando la aceptación de que tal final feliz sea imposible, seguimos pensando  que otro mundo es posible y necesario.

Entre la esperanza y el miedo brotan los sueños, pero tenemos que tener claro que las ratas estaban ahí, y ahí siguen ahora, en las instituciones, y no hay que engañarse, no van a abandonar el barco, son muchos los privilegios, muchos los “chalets” dignos de convertirse en plató del programa televisivo de Bertín Osborne, En tu casa o en la mía, que el sistema pone a disposición de estos “apagafuegos” y desmovilizadores que niegan, con sus actos y sus políticas, el antagonismo de clases, para seguir haciendo el trabajo sucio que, para su supervivencia, necesitan el capital y el Estado.

Por eso debemos huir de quienes de forma instrumental –eso dicen, pero luego se enquistan– plantean luchar por medio del Estado como forma de construir sociedades mas justas, seguirles, como la historia nos demuestra es verse implicado en el proceso activo de derrotarse a sí mismo. Esa es la enseñanza que nos deja el 15M.


 

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