[TRIBUNA] Camino de totalitarismo Imprimir
Miércoles 15 de Agosto de 2018 09:00

MANUEL ÁNGEL MORALES ESCUDERO | Podría pensarse que el totalitarismo está fuera de nuestra sociedad, que en una democracia consolidada no cabe caer en la tentación totalitaria que arrasó el continente en el siglo pasado y sin embargo, nuevas formas sutiles de totalitarismo están ahí, agazapadas, con todos los ingredientes que los definieron. Son  los nuevos enemigos de esa  sociedad abierta que describiera Karl Popper en su magna obra La sociedad abierta y sus enemigos (Londres, 1945).

En efecto, tras el desplome de las ideas totalitarias historicistas que asolaron el viejo continente, luego perpetuadas tras el mayo del 68 en las guerrillas criminales que llevaron la tragedia y la pobreza a sudamérica y centroamérica quedó, como un poso de ese extremismo totalitario, una única lucha que se considera a sí misma como liberadora pero que hunde sus raíces en el totalitarismo: es la ideología de género, oculta como una serpiente dispuesta a emponzoñar todo lo que toca con su brutal picadura.

Es mucha la tarea de destrucción que ha asumido esta vieja ideología vestida con ropajes de modernidad. En su marcha para carcomer la sociedad abierta se ha aliado con un compañero natural en el combate histórico contra la libertad, la nueva izquierda radical,  en todas las enormes variantes que en España adopta y que han acogido a su hermana liberticida con singular alegría como, por otra parte, era de esperar en partidos que odian la libertad individual y hacen y harán todo lo posible para combatirla.

Un ejemplo lo tenemos en la legislación de la mal llamada “violencia de género”, promovida por el nuevo Gobierno que preside España, un Gobierno que ignora la diferencia entre legalidad y legitimidad y que asume que siempre que le salgan los números hará lo que le venga en gana.

El Gobierno ha promovido un Decreto en agosto, el Decreto Ley 9/2018 que quita la patria potestad del progenitor denunciado por violencia de género con la simple existencia de una mera denuncia aunque no se haya celebrado juicio alguno. El nuevo Decreto no se para ahí, sino que establece que bastará un simple informe de la Administración para calificar a una víctima como de “violencia de género” sin que tenga que existir para ello intervención de la autoridad judicial.

La aberración jurídica es brutal puesto que por primera vez desde la Constitución de 1978 se va a cambiar el Código Civil mediante un Decreto–Ley y no mediante una Ley. No es un mero tecnicismo sino toda una declaración de intencioners. Al hacer esto el ejecutivo se está pasando por el forro a Montesquieu, ignorando la separación de poderes y atribuyéndose potestades que solo corresponden al poder legislativo cual es el de hacer leyes, sometidas al debate y a la contradicción democráticas en los Parlamentos y tras las oportunas y necesarias deliberaciones y discusiones. La utilización del Decreto-Ley, reservado expresamente a “casos de extraordinaria y urgente necesidad”, es un verdadero fraude democrático y más en una materia de Derecho de familia, la patria potestad, con la que se debiera ser mucho más cauto logrando el consenso del resto de fuerzas parlamentarias mediante el instrumento de la Ley.

Se viola, además, mediante el presente Decreto Ley el sagrado principio de la presunción de inocencia, si bien es cierto, que en un pueblo en el que surgió la Inquisición y en el que la mera denuncia ante el santo oficio originaba la cárcel y la confiscación de bienes para el desgraciado denunciado, digo que en ese pueblo, no es extraño que surjan estas aberraciones jurídicas que violan derechos fundamentales. Este Decreto-Ley provocará varios efectos. Por un lado, aumentarán las denuncias por malos tratos con el objetivo de conseguir la patria potestad en exclusiva y todo lo que la misma conlleva en forma de beneficios económicos. De otra, disminuirá el coste de oportunidad de los homicidios y asesinatos para el potencial delincuente colocado en una posición sin precedentes de inseguridad jurídica. Recuerdo las lecciones de mi desaparecido profesor Santos Pastor en su cátedra de Análisis económico del Derecho cuando realizaba mi doctorado en la Universidad Carlos III: delinquir es rentable ex ante para el delincuente. Si la ley reduce los costes de oportunidad del comportamiento ilegal, sin duda, el delincuente se verá estimulado por la propia Ley a adoptar el comportamiento antijurídico. Esta es una verdad que una y otra vez queda probada por la realidad.

Las personas tienen miedo de opinar puesto que la Horda de género está siempre lista para salir a la calle

El hecho de que para ser calificada una mujer como víctima –porque solo pueden ser mujeres las víctimas según este  texto legal– baste con un mero informe administrativo evidencia que también el otro poder, el judicial, es sumamente molesto para este Gobierno de demagogos irresponsables. Aquí también se olvidan de Montesquieu. Si ya no es necesario el control judicial, es más, si ya no va a ser posible porque al ser una resolución administrativa no recurrible no va a tener posibilidad alguna de recurso para la parte contraria –violación del principio contradictorio esencial en un procedimiento jurídico– bastará la voluntad de la Administración guiada por el electoralismo más rastrero para anular completamente los derechos de la otra parte que se verá inmediatamente calificado como verdugo sin posibilidad de apelación ni recurso. De este modo el Estado se convierte en un gran Leviatán ante el que solo es posible la sumisión torpedeando la sociedad abierta en su misma línea de flotación.

Estas y otras barbaridades que se cometen en España sin que nadie se atreva a alzar la voz vienen alimentadas desde hace tiempo. Si durante años se ha educado estilo ikastola a la sociedad en la dialéctica de que las relaciones entre hombre y mujer son las de amo-esclavo y si se ha hecho una legislación discriminatoria en consonancia con esa dialéctica de corte marxista –tal y como reflexiona el filósofo Gustavo Bueno– no es extraño que la paraplejia intelectual la reciba sin pestañear e incluso con regocijo.

Es lo que tiene el camino totalitario que tan bien describiera Hannah Arendt. El totalitarismo crea una nueva visión del cosmos, una cosmología e ideología  propia que trata de imponerse en todas las áreas de la actividad humana de forma que todo sea visto a través de la misma, con sus ojos. Surge así la llamada “perspectiva de género” en la que ya no es importante los derechos de la persona, del ser humano, sino ver las cosas con los anteojos de “género”, con una perspectiva que conlleva la inmediata discriminación del otro en forma de sanidad, educación o leyes de familia a medida y en beneficio para una de las partes a la que siempre se verá como “víctima”.

En el centro de todo esto está el movimiento de masas vistas como un ente con vida propia que puede, y de hecho lo es, fácilmente manipularse. Las recientes manifestaciones en las que se llama a luchar contra pilares esenciales de la sociedad abierta como la Justicia, pidiendo que se haga desde una “perspectiva de género” y echando de sus filas por realizar su trabajo a los “elementos patriarcales” es una nueva forma de terror. Este terror se da en la educación, en los medios de comunicación, en la sanidad: las personas tienen miedo de opinar puesto que la Horda de género está siempre lista para salir a la calle, para acosar, para interrumpir el debate intelectual. Recuerden si no me creen a las hordas que pedían la suspensión de un Congreso de S.O.S. Papá en León y quiénes defendieron su derecho a celebrar todos los Congresos que les venga en gana mientras cumplan la ley, recuerden la cobardía de los ponentes que se retiraron  ante las presiones, y sobre todo, recuerden como se presionó a las Administraciones para que les negara lo que la Ley no les podía negar... Es solo un ejemplo. La propia Ley de violencia de género es una ley de censura a duras penas encubierta. El mensaje está claro: cuidado con oponerse a esta nueva ideología porque las masas solo tienen que ser convocadas por las redes sociales para que en media hora, sin reflexión alguna, salgan a las calles para imponer su ley., para llenar las calles de sus panfletos y papeles, para celebrar reuniones y manifestaciones sin sometimiento alguno a la Ley y al Derecho al que insultan y denostan con el argumento de que es “patriarcal”.

Este es el camino del totalitarismo. No hay quien los pare porque ellos mismos se blindan ante la crítica demonizando a quien ose criticarlos con toda la violencia de la que solo son capaces los movimientos totalitarios. Hannah Arendt lo advirtió: las afirmaciones de los ideólogos totalitarios han sido siempre infravaloradas y esa infravaloración permitió que crecieran hasta convertirse en monstruos imparables.

En España el monstruo ha llegado y está aquí para quedarse y medrar.



 

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