[LA OVEJA NEGRA] Lo que la enredadera tapa Imprimir
Jueves 30 de Agosto de 2018 23:27

GERMÁN VALCÁRCEL | La operación Enredadera ha sacado a la luz el compadreo y  la promiscua relación que, en la envejecida y semivacía comunidad castellano leonesa, mantienen el poder político, económico y mediático. Nexo que puede empezar con el PP, continuar con el PSOE y Cs, terminar en los bercianistas –en esta comarca– y hasta puede ser avalado por IU, ejemplos cercanos tenemos.

Demasiado a menudo, sin embargo, el coste de estas prácticas se sigue circunscribiendo al monto de lo detraído, bien para financiación partidaria bien para enriquecimiento personal. Sin negarle ninguna importancia, esta visión es la menos relevante, política, social y económicamente.

Con independencia de las importantes cantidades que al erario público han costado los nefastos efectos de la corrupción, cuando no es un fenómeno excepcional, son los políticos y sociales los más gravosos, ya que destrozan la confianza de los ciudadanos en las instituciones y la capacidad colectiva para fomentar el progreso de cualquier sociedad mínimamente sana.

El modelo político y económico que ha sacado a la luz la operación de la UDEF se sustenta en un tipo de representante político muy común en todos los partidos institucionales: codicioso, sometido a lo que manda el poder económico y mediático, arrogante, seguro de sí mismo, dócil con los poderosos, débil con los fuertes, fuerte con los débiles (no me refiero, de manera exclusiva, a la alcaldesa ponferradina, doña Gloria Merayo, al diputado Eduardo Fernández o al presidente del PP comarcal Raúl Valcarce), simple, previsible, fanático de los palcos de los estadios de fútbol (dense un paseo por el palco de la Ponferradina, allí encontrarán a nuestros próceres), devoto del dinero, mentiroso, narcisista, egocéntrico, gregario (no crean que estoy describiendo, únicamente, a los miembros de USE o Cs: Samuel Folgueral, Santiago Macías o Rosa Luna), amoral, iletrado, inculto, sin memoria, cínico, profeta especializado en banalidades, en ideas pequeñas (no piensen que, solamente, aludo al izquierdista -tómenlo como un oxímoron- Consejero Fernández alias Tanke o al ayatolá bercianista Tarsicio Carballo), sexista, misógino, conservador, reaccionario, oportunista, corrupto (no es el retrato personal del exalcalde Ismael Álvarez), son solo los rasgos generales necesarios para convertirse en representante político ideal en el cutre mercado político local. Este es el tipo de sujetos cuyos méritos, valores y talento son votados por tres cuartas partes de la población de la Comarca Circular, este es el tipo de representante político que coloniza las instituciones.

Michael Corleone o la familia Soprano están muy bien para la gran pantalla o la televisión, pero si no hacemos frente, de forma firme, a estos personajes terminarán secuestrando nuestras libertades y nosotros siendo rehenes –tal vez ya lo somos– de las relaciones de servidumbre que generan este modelo de sociedad corrupta, o emigrando –como han hecho miles de bercianos– para no tener que entregar la dignidad a gentuza de esas características para subsistir

En el Bierzo no se mueve una hoja sin que estos caciques soplen –cada uno en su entorno político, pero todos respondiendo a la misma lógica–, por eso la situación socioeconómica en la que nos encontramos no es casual sino programada desde las instituciones. A los empresarios y sus políticos les interesa tener un territorio vacío, una población empobrecida y clientelar, agradecida a las migajas que les ofrecen mientras ellos cenan en restaurantes discretos. Esta forma de “gestión” política tiene muchos efectos perversos, uno de ellos es la buscada despoblación y el envejecimiento que sufre Castilla y Leon en general y el Bierzo en particular.

El Bierzo, como el resto de la comunidad castellano leonesa, está repleto de pueblos rurales vacíos o semivacíos (de los treinta y ocho municipios bercianos, dieciocho tienen menos de mil habitantes –nueve menos de quinientos–, solo dos pasan de cinco mil y otros dos de cuatro mil, Ponferrada al margen), habitados por ancianos, abandonados por un sistema que desde los años 60 concentró sus esfuerzos en las ciudades, donde hoy vive la inmensa mayoría de la población.

En esta comarca la agroindustria y el turismo, la bestia depredadora del siglo XXI, se disponen a lanzarse sobre los escombros que la minería y la generación de energía han dejado en ríos y montañas. La acumulación de territorio –el recurso fundamental, con el agua, para los tiempos que vienen– en pocas manos es el futuro próximo que se vislumbra (¿Por qué nunca se acometió una concentración parcelaria y una ordenación del territorio coherente?), ahí tienen el desembarco de grandes firmas bodegueras en la comarca, dispuestos a comprar, a precio de saldo, las fértiles y abandonadas tierras, o la apropiación de los bienes comunes que pretenden las madereras y el sector turístico, por no hablar de las macro granjas ganaderas que se avecinan. Por eso resulta indignante escuchar a los directos culpables de esta situación hablar de buscar soluciones. Por eso necesitan el territorio vacío, sin testigos.

Estos días hemos conocido que cuatro ayuntamientos del Bierzo Oeste: Vega de Valcarce, Trabadelo, Balboa y Barjas –entre los cuatro, con más de medio centenar de aldeas, suman poca más de mil quinientas personas empadronadas, que no viviendo– se unirán para realizar la ofrenda del Día del Bierzo, que este año correspondía al mayor de ellos, Vega de Valcarce, pero la falta de población joven le impide realizar con garantías los actos que exigen al menos a medio centenar de personas disponibles. Estos pequeños municipios tienen algo en común, alcaldes que se perpetúan por decenios en sus cargos (¿cuántos años lleva ejerciendo el de Barjas, cuantos estuvo Gutiérrez Monteserin al frente del ayuntamiento de Balboa, cuantos María Luisa González en Vega de Valcarce?), alcaldes que ahora que el problema tiene difícil solución, por no decir imposible, ponen el grito en el cielo ante el envejecimiento y despoblación de sus municipios, como si ello fuera un problema reciente o novedoso.

Se ha puesto de moda hablar de despoblación, en este tiempo de iletrados posmodernos todo el mundo se hace eco de ese mediocre ensayo cultural intitulado La España vacía, demostrando su ignorancia y no haber leído a  escritores de la tierra como Miguel Delibes, Julio Llamazares o al sevillano Antonio Machado, que ya hace muchos años retrataron, espléndidamente, esa España abandonada.

Sin cambiar de paradigma, sin abandonar el capitalismo depredador, si no dejamos atrás la cosmovisión mercantilista que del planeta tenemos, el mundo rural no será más que un parque temático para urbanitas clasemedianos. Y una geografía que permite componer bellos poemas, como este del desaparecido José Antonio Labordeta:

Nadie en las puertas.
Nadie en los largos corredores
que conducen directos
hacia las antiguas plazas y viejos campanarios:                        

Sólo el viento,
testigo del naufragio.
Nadie en los altozanos.
Nadie en las parideras
batidas por el sol
que llevan hasta el fondo de la sombra:               

Sólo el grajo
testigo del silencio de la tarde.
Nadie en los vestíbulos.
Nadie en los mercados
repletos de amapolas
para sustituir a los difuntos:                             

Sólo el río
testigo de la sangre de la tierra.
Nadie nunca ya.
Nadie en ningún lado.
Sólo el viento,
el grajo,            
el río,
y el camino con piedras
erizado.

 

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