[LA OVEJA NEGRA] Cien años de expolio Imprimir
Viernes 02 de Noviembre de 2018 01:22

GERMÁN VALCÁRCEL | Sostenía el escritor Víctor Hugo que la melancolía es la felicidad de estar triste. Cuando nos sentimos melancólicos rememoramos momentos o experiencias y llegamos a pensar aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Como consecuencia del centenario de la creación de la MSP (Minero Siderúrgica de Ponferrada) el Bierzo sufre un agudo ataque de melancolía.

Instalados en una crisis sin fin, los bercianos miramos, nos quieren hacer mirar, de forma complaciente, absolutamente acrítica, hacia el pasado reciente de la comarca. En las conferencias, exposiciones, artículos o libros que se publican con motivo del centenario de la fundación de la MSP servidor echa en falta una mirada que confronte con la falsa visión idílica que de la minería se ha instalado en la sociedad berciana, que cuestione el relato mayoritario que nos ha traído hasta aquí, una mirada realmente crítica sobre los demoledores efectos políticos, sociales, ambientales y éticos, sobre el dolor, muerte, expolio, despojo que ha dejado tras si la minería del carbón, en definitiva sobre el daño a la salud ambiental y humana que ha ocasionado.

Hace ya tres décadas algunos indicadores nos daban pistas sobre la tragedia social que se avecinaba y nos avisaban de que incidir en ciertas políticas nos llevaba hacia el abismo de una intensa depresión económica y social. Pero por estas tierras se prefirió seguir apostando por un sector, el carbonero, en estado comatoso desde finales de los ochenta del siglo pasado, pero mantenido artificialmente con vida con ingentes fondos públicos, más de veinticinco mil millones de euros desde principios de los noventa, que sirvieron para crear densas y desmesuradas (para el volumen de población) redes clientelares, mientras políticos, sindicalistas y empresarios se dedicaban a engordar sus cuentas corrientes con operaciones fraudulentas como fue, por ejemplo, la quiebra de la MSP, así calificada por el Juzgado de Primera Instancia número 10 de Madrid en mil novecientos noventa y cinco y que dio lugar, entre otros muchos enjuagues, al mayor pelotazo urbanístico de la historia de la capital berciana, más de 1,5 millones de metros cuadrados de terreno que tenían constreñida a la ciudad. Pero eso queda a la espera de las memorias del exalcalde de Ponferrada Ismael Álvarez; tampoco tendrían desperdicio las del antiguo concejal del CDS –en aquellos esplendorosos años de finales de los ochenta y principios de los noventa– y abogado de Victorino Alonso, don César Garnelo.

No me sorprende ese espíritu acrítico, esa mirada condescendiente con todo tipo de estragos; hace tiempo que la berciana es una sociedad rebosante de conciencias anestesiadas que privilegia el equilibrismo, el eufemismo, la ambigüedad y la rendición intelectual, una comunidad representada por políticos mediocres y trincones, de aplaudidos empresarios mafiosos, esclavistas y depredadores medioambientales, repleta de intelectualillos de mirada ovejuna y vuelo gallináceo que analizan el entorno y juzgan bajo el exclusivo criterio de sus menguadas y mediocres aspiraciones que pretenden obviar que la historia del mundo es la historia de la lucha de clases y descalifican ideas y opiniones ajenas, no por lo que enuncian, sino por quien las formula, un colectivo donde cualquier imbécil que ha leído dos libros y escrito uno se considera escritor.

El Bierzo sigue dominado por la mediocridad y la miseria intelectual, camino de convertirse en el nuevo Macondo

Este teatro de vanidades ha conformado un ecosistema inmejorable para el desarrollo de toda clase de barbaries y es un lodazal donde, también, los autocalificados progresistas –el papel que tanto PSOE como PCE, o su sucesora IU, y los sindicatos han jugado en el tema carbonero es, y ha sido, infame– consideran el pensamiento crítico, los matices y las diferencias casi un delito, convirtiendo, de paso, en mera caricatura los contenidos ideológicos sedimentados por décadas de lucha social y política. Grave error: el pensamiento libre es la materia más útil para luchar contra el poder y el sectarismo, y la mejor arma para pelear contra los totalitarismos y ese fascismo silente que se esconde bajo el paraguas de lo políticamente correcto.

La apuesta por el extractivismo carbonero, sustentada por una ideología que define a las personas y a la tierra como meros recursos a explotar, ha conformado una manera de entender la vida que, disfrazada de “sentido común”, con objeto de parecer inofensiva y natural, ha dejado a muchas zonas de la comarca desoladas y yermas, dando lugar a un tipo de sociedad que ha transmutado a sus gentes en feroces depredadores medioambientales, para las que los valles y montes de esta tierra son una obsesión mercantilista (incluso para algunos que se presentan como ecologistas), incapaces de ver en ellos otra cosa que no sea una caja registradora detrás de cada árbol, de cada roca, de cada planta y en el rumor de sus cristalinos ríos y arroyos escuchar otro sonido que el tintineo de monedas, y a las que el silencio, el aire puro, la belleza, la armonía del territorio y la autenticidad del mundo rural parecen irritarle y molestarle. Gentes que parecen preferir masticar carbón, beber aguas putrefactas y respirar aire contaminado mientras la mayoría de nuestras tierras siguen yermas, en barbecho.

Si desean constatar lo que sostengo dense una vuelta por las redes sociales o por la mayoría de los medios de comunicación comarcales, escuchen y lean a muchos de nuestros vecinos y periodistas vociferar o escribir en defensa de empresas ecocidas como Cosmos o Forestalia, o levantar la voz exigiendo el mantenimiento de las contaminantes térmicas y atacar con maledicencias a todos los que denuncian la tragedia y miseria que se esconde tras estas industrias contaminantes. Encerrados en esta Comarca Circular, muchas de sus gentes, parecen preferir una geografía de ríos muertos, montañas calvas y bosques desnudos.

El Bierzo sigue dominado por la mediocridad y la miseria intelectual, camino de convertirse en el nuevo Macondo para todos esos literatos, bardos y exégetas que seguirán, muchos desde la lejanía, escribiendo y voceando ensoñaciones y banalidades sobre una tierra que se muere y desaparece entre la niebla del caciquismo, la autocomplacencia templaria y botillera, el envejecimiento y la despoblación.

Como suelen afirmar algunos, mis columnas destilan rencor y resentimiento. Pues sí, rencor hacia toda esa fauna descrita que por estas tierras tiene su hábitat y que, con sus prácticas, ha convertido el Bierzo en un espacio más allá de toda esperanza. Resentimiento con los que frente a una hecatombe social como la que estamos padeciendo se dedican, tan sobrados de iniquidad moral y ética, como impotentes, incapaces y faltos de inteligencia, a decir y hacer chorradas, chorradas que solo sirven para dar lustre a sus egos e intentan denigrar y silenciar a todo aquel que cuestiona su miserable cosmovisión.

 

Utilizamos cookies para mejorar su experiencia de navegación. Al utilizar esta web usted acepta el uso que hacemos de las mismas. Para saber más sobre las cookies visite política de privacidad.

Acepto las cookies de esta web.

EU Cookie Directive Module Information