[LA OVEJA NEGRA] Memoria manipulada Imprimir
Viernes 23 de Noviembre de 2018 10:06

GERMÁN VALCÁRCEL | Ponferrada es hoy una ciudad pasiva, indiferente ante una realidad donde todo parece condenado a reducirse a nada, a ir desmembrándose ante la mirada impasible de sus habitantes que creen que los problemas se solucionan solos, o nos los solucionarán los mismos truhanes y las mismas ideas y métodos que nos han traído hasta aquí.

Es lo que termina ocurriendo cuando pasamos mucho tiempo mirando hacia otro lado, o simplemente cuando miramos sin ver. La sociedad ponferradina, la berciana en general, parece víctima de la paradoja de los monos y los plátanos. Un supuesto experimento que, hace ya varios años circula por Internet, carente de cualquier rigor y constatación científica –eso que ahora se denomina fake news– pero que sirve para ilustrar lo que está ocurriendo por estas tierras. El hipotético ensayo consistía en meter a cinco monos en una habitación, en el centro de la misma ubicaron una escalera, y en lo alto, unos plátanos. Cuando uno de los monos ascendía por la escalera para acceder a los plátanos, los experimentadores rociaban al resto de monos con un chorro de agua fría. Al cabo de un tiempo, los monos asimilaron el vínculo entre el uso de la escalera y el chorro de agua fría, de modo que cuando uno de ellos se aventuraba a ascender en busca de un plátano, el resto de monos se lo impedían con violencia. Al final, incluso ante la necesidad de alimento, ningún mono se atrevía a subir por la escalera. Llegados a esa situación, los experimentadores extrajeron uno de los cinco monos iniciales e introdujeron uno nuevo en la habitación. El mono nuevo, lógicamente, trepó por la escalera en busca de los plátanos. En cuanto los demás observaron sus intenciones, se abalanzaron sobre él y lo bajaron a golpes antes de que el chorro de agua fría hiciera su aparición. Después de repetirse la experiencia varias veces, al final, el nuevo mono comprendió que lo mejor, para su integridad, era renunciar a ascender por la escalera. Los supuestos experimentadores sustituyeron otra vez a uno de los monos del grupo inicial. El primer mono sustituido participó con especial interés en las palizas al nuevo mono trepador. Con posterioridad se repitió el proceso con el tercer, cuarto y quinto mono, hasta que llegó un momento en que todos los monos del experimento inicial habían sido sustituidos. En ese momento, los experimentadores se encontraron con algo sorprendente. Ninguno de los monos que había en la habitación había recibido nunca el chorro de agua fría. Sin embargo, ninguno se atrevía a trepar para hacerse con los plátanos. Si hubieran podido preguntar a los primates por qué no subían para alcanzar el alimento, probablemente la respuesta hubiera sido esta “No lo sé. Esto siempre ha sido así”.

Si falso resulta ser el supuesto experimento antes relatado, aunque muy ilustrativo, más lo es la creencia de progreso y riqueza que, enlazada a la minería del carbón, han instalado en la sociedad berciana los dirigentes políticos, empresariales, líderes sociales y sindicales, y la mayoría de los medios de desinformación e intoxicación local.

Para ello no dudan en manipular la memoria, en construir un relato clasista, repleto de olvidos, donde la devastación y contaminación medioambiental son obviados, los centenares de trabajadores carboneros muertos enterrados en las fosas del olvido, y los miles de enfermos crónicos, de enlutadas viudas y huérfanos causados en estos cien años de actividad carbonera son condenados a la amnesia, mediante la falaz visión mercantilista y acrítica que, impregnada de almibarado y melancólico costumbrismo, ofrecen muchos miembros de la ralea intelectualoide local, tanto por parte de los que por aquí, todavía, residen como de muchos los que viven en el “exilio”, todos ellos cómplices intelectuales a la hora de reelaborar el desclasado relato de estos cien años de expolio. Dando, de paso, forma a la revisión histórica de un tiempo sobrevalorado, en el que muchos de los habitantes de la comarca se han instalado.

Durante los últimos meses, como consecuencia del cierre de las últimas minas de carbón, de la clausura de las centrales térmicas alimentadas por el negro mineral y coincidiendo con el centenario de la fundación de la MSP se han impulsado y celebrado todo tipo de exposiciones, seminarios y encuentros, y editado todo tipo de publicaciones. En ninguno de ellos se ha dado cabida a una mirada crítica sobre el insostenible modelo de producción y consumo que se esconde tras la minería del carbón y la generación de energía  elaborada mediante dicho mineral, en casi ninguno de ellos, ni siquiera en esos que participan gentes que se dicen progresistas o de izquierdas, se habló de los coste medioambientales, de la destrucción de nuestra fauna, de nuestros ríos y montañas, ni de las quiebras fraudulentas, ni de los fondos publicos literalmente robados, ni de las enormes pérdidas humanas, ni de la desestructuración social –sálvese quien pueda, el que venga detrás que arree y primero yo y despues yo son los principios, mayoritarios, que sustentan el modelo de convivencia y organización social que se da por estas tierras–, solo de la danza del dinero que al rico y poderoso ha hecho más rico, a los sindicalistas y representantes políticos institucionales de las cuencas mineras, de todo el arco ideológico, en adinerados y desclasados clasemedianos. Tampoco se habla de esos pobres a los que deja pobres y prestos a vender lo único que tienen, su dignidad, por un miserable puesto de trabajo. Esas son algunas de las silenciadas secuelas que deja la minería del carbón detrás.

Toda esta manipulación ha llevado a que muchos de los habitantes de La Comarca Circular olvidaran que no existen transfusiones eficaces de vida para los lugares que agonizan, y esta tierra hace ya tiempo, demasiado, que está recibiendo cuidados paliativos en forma de subvenciones y prejubilaciones. Aunque ciertamente conviene decir que ya son muchos los bercianos que nieguen que todo es una gran mierda, y no les falta razón. Pero es su gran mierda y algunos, todavia demasiados, parecen dispuestos a seguir refocilándose y revolcándose en ella.

En El Bierzo ocurre lo que tan bien describió el escritor guatemalteco, Augusto de Monterroso: "Pasan los siglos, caducan las distintas visiones de la vida, pero siempre que el hombre agudiza su conciencia descubre que el monstruo está cerca".

 

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