[TRIBUNA] Disidencia Imprimir
Martes 11 de Diciembre de 2018 09:25

MANUEL ÁNGEL MORALES ESCUDERO | Hoy se cumplen cien años del nacimiento de uno de los más insignes escritores del siglo XX, Aleksandr Solzhenitsyn, el autor de obras inmortales como El pabellón de cáncer, La rueda roja o su genial e inmortal Archipiélago Gulag.

En el discurso que dio como Premio Nobel de Literatura, el autor ruso destacó que el arte debía sujetarse a una tríada: lo verdadero, lo bueno y lo bello. Yo añadiría que no solo en el arte sino también en la política y en la vida en general esa tríada es la que debe dirigirnos o, por lo menos, es lo que a mi me dirige. Solzhenitsyn, como yo, creía en la fuerza de las acciones individuales frente a las acciones colectivas. Creía que un solo hombre que se planta ante la tiranía, la quiebra. Frente al principio de Tolstói de no resistir al mal y resignarse con paciencia cristiana, Solzhenitsyn defendía la resistencia del individuo contra el mal, contra el totalitarismo que representaba entonces como ningún otro, el régimen comunista de la, afortunadamente, extinta Unión Soviética.

Una sola persona puede hacer mucho. El escritor ruso es testimonio de ello. En cortezas de abedul, en rollos de papel higiénico, en pequeños recortes de periódico garabateados construyó una obra ingente que entre grandes avatares mostró finalmente al mundo qué era el comunismo, qué es el comunismo y cómo son los que lo defienden y amparan. En España, en Europa no se recibió bien el mensaje. El poder del partido comunista era ingente. Subvencionado directamente por el imperio totalitario, propagaba y aún propaga por Occidente la idea de un paraíso que solo existía en las dachas de los bolcheviques en los que corrían el vodka y las prostitutas forzadas mientras el pueblo penaba por el hambre y la libertad y todo aquel que osara oponerse era exterminado como una cucaracha.

Especialmente virulentos fueron los intelectuales occidentales contra el genio ruso. En España,  escritores como Juan Benet lo recibieron en 1976 con estas palabras de puro totalitarismo: "Yo creo firmemente que, mientras existan personas como Alexandr Solzhenitsin, los campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Solzhenitsin no puedan salir de ellos". Poco han cambiado las cosas entre la intelectualidad española desde entonces. Todavía se sigue mirando con desconfianza la obra y la enorme figura humana de Solzhenitsyn, sus catedrales literarias no son del agrado de muchos sectarios subvencionados.

Todo esto me viene a la cabeza al leer la convocatoria para esa manifestación del día 16 de lo que algunos llaman "todo el Bierzo" y que no es otra cosa que el regurgitar de la amargura de la vieja izquierda que ha llevado a esta tierra a cotas de decadencia nunca vistas. Para los que no se hayan leído la convocatoria de los sindicatos voy a traer a este artículo algunas de las palabras en las que nos llaman para que nos manifestemos a su lado. El panfleto de alguno de los sindicatos convocantes está en esa línea de hipocresía y totalitarismo que les define. Para ellos la situación de decadencia del Bierzo se debe a la responsabilidad de tres cabezas del mal: "Esta situación tiene tres responsables: la patronal, las instituciones y sus partidos políticos".

¡Qué poca memoria! ¿No se acuerdan del compañero Fernández Villa, exsecretario de SOMA-UGT durante 35 años, condenado a tres años de cárcel por apropiación indebida de los fondos mineros? ¿No se acuerdan del dispendio de los fondos públicos, pensados para reconvertir las cuencas, dilapidados sin que apenas haya surgido una sola empresa? ¿Qué beneficios han tenido los cientos de millones invertidos en formación sin criterio alguno y sin ninguna estrategia de futuro?

Para ellos, la patronal es "explotadora" y "solo se preocupa de aumentar sus beneficios". Una vez más, haciendo pedagogía a favor de las empresas, para que los jóvenes quieran ser emprendedores y empresarios. Una vez más el viejo mantra que ha llevado a esta comarca a la ruina a la que ellos, aquellos que solo levantan el puño en la barra del bar y en la manifestación, la han conducido.

Me niego a ir de la mano de un manifiesto totalitario e hipócrita. Me niego a dar mi brazo a torcer y a no alzar la voz contra aquellos que denostan a nuestros empresarios, a nuestro sistema político mientras viven liberados y subvencionados por él. Me niego a ir de la mano de los que son comprensivos con los totalitarismos, las dictaduras y que demonizan a aquellos que precisamente representan lo más vivaz de la sociedad berciana: los empresarios, los emprendedores, la gente que arriesga su dinero para dar puestos de trabajo. Me niego a ir con ustedes como se negó Solzhenitsyn a plegarse a la dictadura soviética. Me cueste lo que me cueste, no voy a alzar mi brazo en signo de totalitarismo y a hacer una representación pastoril por las calles para mayor gloria de unos sindicatos que no han luchado más que para mantener una actividad agónica como es la minería a costa de retrasar la necesaria transformación de la economía del Bierzo hacia otros sectores más limpios, más productivos y con más futuro.

Es posible la resistencia individual frente al mal, frente al totalitarismo. La voluntad del hombre, su opción entre el bien y el mal es algo que nadie te puede robar. Esa es la táctica del disidente. Y hoy la disidencia está en no acompañar a aquellos que solo han buscado su poltrona, su bienestar, que no han creado riqueza, ni un solo puesto de trabajo en esta tierra.

Desconfío de los totalitarios aun cuando vengan con regalos. Esa es una lección que Solzhenitsyn nos enseñó a todos.

 

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