[TRIBUNA] Lo de ayer, 40 años después del 'Manifiesto Berciano' Imprimir
Lunes 17 de Diciembre de 2018 14:07

LUIS CEREZALES | Se han cumplido cuarenta años de la publicación del Manifiesto Berciano. Y viene a cuento recordarlo, sobre todo por lo que tenía de premonitorio. La manifestación de ayer constata lo sabido por todos: el Bierzo está hundido.

Hace cuarenta años nos temíamos que algo grave nos iba a suceder y por eso se promovió el manifiesto. Hoy la realidad ha superado a los peores presagios para instalarse al borde de la desesperación.

Se reivindicaba la Provincia del Bierzo como instrumento para blindarnos de las posibles consecuencias políticas, económicas y sociales adversas que el Estado Autonómico, en formación, nos pudiera deparar en nuestra cantada condición de territorio políticamente capado.

Los resultados demuestran que la actual desventura tuvo unos orígenes muy claros. León, ya entonces, nos chuleaba pero, al cabo, era nuestro chulo y de vez en cuando nos daba cariño; lo peor siempre viene cuando a los chulos los sustituyen las organizaciones mafiosas. Ahí quedamos absolutamente desprotegidos y expuestos a toda clase de desmanes y perrerías, y lo que es peor sin ninguna capacidad de respuesta.

Lo que siguió ya se sabe, políticos gregarios sin ninguna independencia dedicados a lo suyo: mamar, mangonear y medrar. Un empresariado afecto al poder con modos de organizaciones criminales para delinquir y patente de corso para rapiñar al común. Y un bercianismo, que siempre debió ser un movimiento trasversal y mayoritario, monopolizado por la irrelevancia, la mediocridad y la demencia política.

La provincia del Bierzo hubiera aventado más eficazmente a los particulares Jinetes del Apocalipsis que nos han llevado al precipicio. No era una utopía, la organización territorial provincial que dio origen al estado de las autonomías se basó en las provincias creadas simultáneamente con la  nuestra y siguen siendo los distritos electorales actuales. La Provincia del Bierzo capotó solo como castigo por haberse mantenido firme y constitucionalista ante el Antiguo Régimen.

Las nuevas generaciones tienen mucho que hacer para evitar que el Bierzo sea definitivamente un ensueño perdido, un solar devastado y despoblado lamentándose eternamente de las glorias perdidas. Poco o nada tienen que agradecer a las que le precedieron porque al muerto que les toca revivir está listo para entrar en la fosa.

Los jóvenes no se merecen heredar, además de toda clase de desgracias, una clase política responsable de sumirles en el caos e incapaz de ofrecerles futuro alguno. Y si de algo pueden valerles la enseñanza del pasado, significarles que nuestra tierra jamás encontrará un porvenir cierto y próspero si no se dota de un poder político propio, real, fuerte y representativo.


 

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