Pajaritos y Pajarracos / Botillo a babor Imprimir
Lunes 15 de Marzo de 2010 06:10
Por Xan das Verdades / ¡Alabados sean los estadullos de la rueda del carro celestial! Uno creía que  las sandeces  botilleras habían marcado una cota insuperable en la inolvidable gesta de Nueva York, cuando los muchachotes de la capa y el tirolés no tuvieron el menor empacho en fabricarse nuestra bomba culinaria en la Gran Manzana con auténtico gocho yanki de los mataderos de Chicago, pero lo han superado, o al menos lo han intentado con una botillada en un portaviones. No me he preocupado en saber si son los mismos, asimilados, o simples imitadores de los de la real estupidez esa de la capa, lo cierto es que pensando en cómo hacer el canelo no tienen competencia.

Me imagino el alucine del almirante, contraalmirante, o lo que sea el responsable de la fortaleza flotante, cuando  le llegaron con la embajada del botillo a bordo. Se preguntaría, probablemente, si detrás de esa inaudita pretensión estaba solo una inocente promoción comercial de unos fulanos de tierra adentro, o si, por el contrario, no sería una argucia de los servicios secretos de una potencia enemiga para dejar fuera de operatividad a la marinería por via gastronómica.

Hay que estar muy zumbados, sabiendo lo estirados y reglamentistas que son los marinos de carrera, para pretender montarse una orgiástica botillada, rematada con orujo y habaneras, en un buque que es orgullo y enseña máxima de la armada patria. En fín, nunca como ahora lamentarán estos cristianos la desaparición del astronauta de Toral, porque de continuar entre nosostros es de imaginar el asedio a que le someterían  para que la Nasa autorizara una botillada en las galaxias, con la inocente disculpa, supongo, de experimentar los efectos beneficiosos de devorar botillo sin gravedad.

Lo que todavía no acierto es a entender, fuera de la vena surrealista del terruño, es ese empeño en hacer un marketing tan original como inútil con la tripa rellena y adobada de nuestros amores. Será que les importa un bledo su promoción y lo único que les mueve es emplearlo como disculpa para sus  juergas por tierra, mar y aire, o bien que tienen agotadas las ideas. Cuentan que el empleado de un modesto artesano productor de un mejunje que se suministraba en barriles a las farmacias, le sacó un buen dinero a su jefe a cambio de recomendarle: “Embotéllelo y véndalo en las tiendas de alimentación”. Fue un éxito, el producto no era otro que la conocida Coca Cola.

Señores de la farándula botillera: fabriquen un buen botillo de cerdos mejor alimentados y seleccionen bien las carnes idóneas y el adobo de primera, cúrenlo al humo como es debido y después de cuidar la presentación y distribución, sencillamente, dupliquenle el precio. Ya verán como este artículo, especial para comidas en compañía y celebraciones, aumenta en prestigio, demanda y posicionamiento. Puedo estar equivocado, lo dudo, pero si la otra alternativa es esperar a la próxima ocurrencia de la alegre cofradía, apaga y vámonos.

 

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