[CRÓNICAS CHIAPANECAS] Donde la dignidad es resistencia Imprimir
Lunes 22 de Abril de 2019 09:15

GERMÁN VALCÁRCEL | “Lo que nos queda claro es que todos tenemos un mismo enemigo: el Estado.” Esa fue una de las conclusiones expresadas en la síntesis del Festival de la palabra: Por la vida y memoria de nuestros pueblos, encuentro de dos días organizado por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, en San Cristóbal de las Casas, el pasado 28 de marzo.

Ahora que en España se encuentran entretenidos con el alienante circo electoral, y desde la perspectiva que la distancia física y la lejanía emocional me da hacia el supuesto debate político que allí se esta dando, me doy cuenta y me reafirmo en que la única batalla "política" digna de dar hoy en día, en el mundo actual y en el contexto que soportamos, es la lucha por los DD.HH. de las personas, y sobre todo los colectivos de todos pueblos que habitamos el planeta, incluidos los de las generaciones venideras y los de otras especies que habitan la tierra.

Hace ahora tres años, cuando, como miembro de las BRICOs (Brigadas Civiles de Observadores de DD.HH. de la Fundacion Fray Bartolomé de las Casas), tuve ocasión de pisar las comunidades zapatistas rebeldes y en resistencia contra el Estado mexicano, me di de bruces con los cimientos en los que se sustenta nuestro desarrollo, nuestro bienestar, nuestra opulento y consumista modelo de vida y las consecuencias que ocasiona a otros seres humanos en otros lugares del planeta y al planeta mismo.

Recientemente y en unas largas charlas, con miembros de una de esas comunidades me explicaron los motivos que les dan fuerzas para seguir luchando por su autonomía, por su cultura, por terminar de una vez por todas con la opresión y el expolio que llevan soportando y resistiendo más de 500 años.

Lo que a continuación escribo intenta ser un resumen de las charlas mantenidas, durante las últimas semanas, con los hermosos atardeceres de la Selva Lacandona de fondo, con hombres y mujeres que hacen de la dignidad un arma más poderosa que las que llevan los militares y paramilitares que les acosan.

Llevan quinientos años sufriendo  la guerra y el expolio que desde distintas naciones, lenguas, colores y creencias le hacen para aniquilarlos y así poder explotar, expoliar y mercantilizar sus territorios, pero ellos siguen resistiendo negándose a aceptar que les impongan desde fuera otra cosmovisión, otra forma de vida.

Una joven insurgente zapatistas, María, que lleva toda su existencia, veinticuatro años, viviendo y creciendo en resistencia me dice, con mucha determinación y fuego en sus ojos, lo único visibles de su cara cubierta por un paliacate: "quisieron matarnos, sea matando nuestros cuerpos, sea matando nuestras ideas. Pero resistimos. Como pueblos originarios, como guardianes de la madre tierra, resistimos. No sólo aquí, sabemos que en todos los rincones del mundo hubo y hay gente digna y rebelde que resistió, que resiste contra la muerte que impone el de arriba. Ustedes que vienen de tan lejos a ofrecer su solidaridad y compañía son también una muestra".

Otro miembro de la comunidad, Esteban, participante en el alzamiento de aquel primero de enero de 1994, me dice, "hace 25 años, hicimos público el “¡YA BASTA!” que preparamos en silencio durante una década. Callando nuestro dolor preparábamos el grito de nuestro dolor". De fuego fue entonces su palabra para indignación de quien, desde la butaca de su chalecito adosado, en cualquier ciudad del norte opulento, se conforma y se rinde, mientras engulle las supuestas noticias que los medios desinformación le ofrecen. Así podrá calificarlos de terroristas o asesinos, en sus charletas de bar o en las redes sociales.

Se levantaron en armas para rebelar la historia verdadera. Para obligarla a decir lo que callaba. Para desvelar la historia de explotaciones, asesinatos, despojos, desprecios y olvidos que se escondía detrás de la historia escrita desde la cosmovisión eurocentrica. Esa historia de museos, estatuas, libros de texto, monumentos a la mentira. Con la muerte de muchos de los que entonces se levantaron, con su sangre, sacudieron la modorra de un mundo resignado a la derrota.

La sangre de las caídas y caídos en estos veinticinco años se sumó a la de años, lustros, décadas, siglos anteriores. Tuvieron que elegir entonces y elegieron la vida. Por eso, entonces y ahora, para vivir están dispuestas y dispuestos a morir. Ya se lo han dejado claro al actual presidente mexicano López Obrador.

Como bandera de lucha de entonces, y lo sigue siendo actualmente, fueron once demandas: tierra, trabajo, alimentación, salud, educación, vivienda digna, independencia, democracia, libertad, justicia y paz. Esas demandas fueron las que les hicieron levantarse en armas entonces, porque es lo que consideraban, siguen considerando, hace falta a los pueblos originarios y a la mayoría de las personas en este país y en todo el mundo.

Con esa bandera emprendieron una lucha en contra de la explotación, marginación, humillación, desprecio, olvido y por todas las injusticias causadas por un sistema criminal que todo lo mercantilización y una cosmovisión que le da cobertura intelectual, incluso ética y moral.

Para los de arriba, sostiene otra joven de la comunidad, "sólo servimos para limpiar las vomitonas de los turistas borrachos, hacer sus camas, ejercer de meseras (camareras) o para hacer nuestras artesanías, para que luego puedan venderla a altos precios y así ellos sean cada vez más ricos y nosotros cada vez más pobres. Pero nosotras elegimos nuestro camino, es algo por lo que lucharon nuestras caídas y no vamos a traicionar su memoria".

Hace veinticinco años, en estas montañas y selvas del sureste mexicano la dignidad tomó las calles y pidió espacio para la palabra. A partir de ese momento cambiaron, también, su forma de lucha y fueron y son "oído atento y palabra abierta", como dice uno de sus voceros, el subcomandante Moisés, porque desde un principio sabían que una lucha justa del pueblo es por la vida y no por la muerte.

Dejaron a un lado las armas, "pero estarán con nosotros hasta el final", afirman,  "las zapatistas, los zapatistas, tenemos bien claro que no somos limosneros o inútiles que esperan que todo se les resuelva solo. Somos pueblos con dignidad, con decisión y conciencia para luchar por la verdadera libertad y justicia para todas, para todos, para todoas. Sin importar su color, su raza, su género, su creencia, su calendario, su geografía"

Por eso su lucha no es local, ni regional, ni siquiera nacional. Es universal. Por eso cuentan con grupos de apoyo en muchos y diversos lugares del planeta, grupos que se reunieron en Madrid el pasado treinta y uno de marzo, para darles su apoyo y expresarles su solidaridad ante el ataque que sobre sus territorios pretende iniciar el presidente mexicano López Obrador.

Ese apoyo nace de colectivos que saben que universales son las injusticias, los crímenes, los despojos, los desprecios, las explotaciones. Pero también son universales la rebeldía, la rabia, la dignidad, el afán de ser mejores. Por eso los zapatistas siguen siendo referencia para los que luchan por la democracia real, por la equidad y por la justicia, en definitiva por un mundo donde quepan otros mundos.
Estos mayas zapatistas entendieron, como nadie, que para luchar contra el modelo social, económico y productivo capitalista hay que salir de él y es necesario construir su propia vida, su propia autonomía, de forma colectiva eso si. Lo intentan en medio de grandes amenazas, de los hostigamientos militares y paramilitares, y de las constantes provocaciones de los diferentes gobiernos.

Han formado su propio sistema de gobernar, su autonomía, su educación, su sistema de salud, su justicia, su propia comunicación, su forma de cuidar y trabajar la tierra; su propia forma de hacer política como pueblo y su propia ideología de cómo quieren vivir como pueblos, con otra cultura. En sus comunidades no hay casas de cemento, ni televisiones de plasma, pero si son gentes que han aprendido a trabajar la tierra sin explotarla, sin convertirla en una mercancía más. Donde otras y otros esperan, esperamos, que desde el Estádo  nos solucionen los problemas; ellas y ellos, los zapatistas, empezaron a construir esa libertad como se siembra, como se construye, como se crece, es decir, desde abajo.

Pero todos los Estados intentan destruir y acabar con cualquier forma de autonomía y autogestión, por eso todos los gobiernos mexicanos, desde hace veinticinco años, tratan de destruir la lucha y resistencia zapatista  (con especial inquina el actual, del supuesto izquierdista López Obrador) con una guerra que cambia de intensidad como cambian sus políticas engañosas o sus mentiras, usando sus medios de comunicación para difundirlas y con la repartición de migajas en los pueblos indígenas donde hay zapatistas, para así dividir y comprar conciencias, aplicando de esta forma su plan de contrainsurgencia.

La guerra que viene desde las supuestas instituciones democráticas es siempre la misma para los disidentes: sólo trae destrucción y muerte. Por eso actualmente se encuentran muy cerrados a la presencia de foráneos en sus comunidades, saben que la contrainsurgencia tiene múltiples caras y métodos. Saben que muchas ONGs occidentales no son más que la punta de lanza, el Caballo de Troya de los depredadores. Pueden cambiar las formas, las ideas y las banderas con las que llegan, pero la guerra del poder siempre destruye, siempre mata, nunca siembra nada que finalmente no de cómo cosecha el terror, el expolio, la explotacion y la desesperanza.

En medio de esa guerra  caminan dignos y rebeldes desde hace veinticinco años, hacia lo que quieren, construyendo su autonomía, gobernandose bajo los principios de mandar obedeciendo. Buscando en su historia ancestral, en su corazon colectivo, dando tumbos, con fallas y errores, resistiendo. No son perfectos, bien lo saben, tal vez diferentes, pero siempre es su decisión, la de sus comunidades, las de mujeres, hombres, niñas y ancianos que con su corazón colectivo cubren la bandera negra con la estrella roja de cinco puntas y las letras que les dan no sólo nombre, también compromiso y destino: son la Bases de apoyo del EZLN.

Mensaje contra la presencia del ejército mexicano en Chiapas / G.V.Mensaje contra la presencia del ejército mexicano en Chiapas / G.V.

 

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